Durante la primera edición de KMAmèrica, el Festival de Literatura Latinoamericana de Barcelona (que se celebró entre Casa América Catalunya y la nueva Biblioteca Gabriel García Márquez), tuve la oportunidad de conversar con la escritora y periodista colombiana Laura Restrepo (1950).
Su docena de obras han sido traducidas a más de veinticinco idiomas y han merecido varias distinciones, y su novela “Los Divinos” (2018) es una de las lecturas del proyecto #BooktubersContraElPatriarcado (organizado por la Fundación MUSOL y financiado por la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo). Cinco booktubers latinoamericanas, valencianas y catalanas estamos visibilizando la violencia de género a través de nuestros canales a la vez que leemos juntas libros que tratan sobre ella.
Justamente la novela “Los Divinos” está inspirada en el caso de Yuliana Samboní, una niña indígena de 7 años que fue violada y asesinada por Rafael Uribe Noguera, un arquitecto de 38 años, miembro de una acaudalada familia bogotana.
Mixa: El crimen verídico que inspira tu novela no fue el primero ni el último, pero marcó un antes y un después. Y “Los Divinos” tuvo una gran acogida a nivel local e internacional que te sorprendió y conmovió. Tal vez lo que más impacta de “Los Divinos” es la certeza de que estamos rodeados de “monstruos” potenciales que nuestro entorno y nuestra educación han contribuido a crear. Pero a la vez, también es lo más esperanzador, porque significa que podemos cambiar nuestra sociedad para potenciar conductas positivas y frenar patrones que hasta ahora se han tolerado hasta que ha sido demasiado tarde, ¿no crees?
Laura: Sí, como dices, la novela no es una investigación. De hecho, es de ficción, porque fue lo que yo logré recrear a partir del hecho verídico que tú señalas. A pesar de que no fue el primer acto voluntario de ese tipo ni, desgraciadamente, tampoco el último, ¿por qué ese fue tan conmovedor? Mixa, de alguna manera fue un acto simbólico. Por la absoluta indefensión de la víctima y por la absoluta prepotencia y poder del victimario. Como que se puso en evidencia la indefensión de los sectores más desprotegidos de la sociedad. Fue como una revelación, hizo que no pudiéramos dejar de pensar en ello. ¿Por qué puede pasar una cosa así? ¿Quiénes somos nosotros? ¿Qué clase de sociedad hemos construido o hemos dejado que crezca? Y en esa reflexión que se ha dado a través de la escritura, del arte, de las conversaciones, se logra tal vez depurar y tratar de sacar agua limpia de lo que fue un episodio tan espantoso.
M. De hecho, la buena acogida de “Los divinos” que he comentado antes es un signo de que ya no se quiere guardar silencio sobre estos temas, ¿verdad?
L. Sí, yo creo que lo que llama la atención en la novela es que yo omito el acto brutal, es decir, el secuestro, la violación, la tortura de esa chiquita… Tal vez sí son el corazón de la novela, pero no están relatados detalladamente. Lo que yo hice fue analizar circunstancias cotidianas, absolutamente normales -un machismo tóxico impregnado en el aire que se da a través de mínimos gestos de desprecio, de desconocimiento de la mujer- que pueden llegar a estos extremos. Era como toda la cadena de pequeñas miserias, de pequeñas crueldades que tienen, en este particular crimen, una expresión digamos exacerbada y exagerada y llevada al extremo, pero que no por eso está desvinculada de toda la cadena: cómo se comportan estos muchachos de mi ficción con sus hermanas, con las sirvientas que cuidan su casa, con sus madres, con sus secretarias, con sus novias…
M. Es como si hubiera distintos tipos de mujeres: las que puedes respetar y las que no. En el libro el narrador dice: «Desde niños aprendimos que había mujeres decentes, las hermanas de los demás, por ejemplo, las de tu propia familia, las niñas que conocías en fiestas, bazares y proms. A ésas las tratabas de una manera, como se decía: con respeto. Y había otras mujeres que eran para irrespetar. Unas que podías comprar o manosear sin consecuencias, darles órdenes y pordebajo. Ni siquiera les preguntabas el nombre, y si te lo decían, enseguida lo olvidabas.»
L. Exacto, sí. Es lo que se llama el “marianismo”. A María se la respeta. A María no se la toca, porque María es la madre. Y de ahí sale esa noción de que las mujeres que son de mi familia yo las respeto. Las que no son de mi clase social, las que están más abajo las puedo irrespetar, porque con ellas no tengo un código de conducta.
M. Pero precisamente porque podemos señalizar todas estas conductas también hay la esperanza de que podemos erradicarlas, o al menos estar alerta antes de que sea demasiado tarde.
L. Por supuesto, yo tengo la experiencia a lo largo de mi vida de que hay hombres muy buenos, profundamente respetuosos con las mujeres. Yo, por ejemplo, tuve un padre que era una maravillosa persona, siempre convencido del talento de sus hijas. Siempre fuimos tratadas con un gran afecto y respeto. Tengo la convicción de que una puede buscar rodearse de hombres buenos y que debe evitar esos machistas tóxicos. No será una manera de derrotar el machismo ambiental, que se hace como estás haciendo tú por otros medios, pero sí de protegerse. Yo creo que las mujeres saben muy bien qué hombres nos pueden hacer daño. No te estoy hablando de situaciones como una violación, donde desde luego somos víctimas inocentes, te estoy hablando de quién escogemos para rodearnos, como novios, esposos, amigos… Eso se puede evitar perfectamente.
M. Debo decir que la novela me ha absorbido y me ha transportado, incluso aunque las expresiones coloquiales que usan los personajes me dejaran un poco patidifusa: francachela, patotero, despeluque… digamos que no estoy acostumbrada a ese vocabulario. Pero al fin y al cabo en todas partes podemos conectar con tu denuncia al machismo, el patriarcado y el clasismo, ¿verdad?
L. Claro. Fíjate que cuando tú escribes y le presentas un personaje al lector, la única herramienta con la que cuentas es el lenguaje. A través de la manera en que un personaje habla es como tú puedes decir-le al lector o a la lectora “este es el personaje”. Un cierto ritmo en la manera de hablar, un cierto maltrato del lenguaje… pero poniendo las palabras en contexto yo creo que te da una idea de qué pueden significar. Palabras de una cierta rudeza, que no quería evitar, para pintarle la cara al personaje.
M. Muchas gracias, Laura. Desde luego ha quedado claro que ésta también es la magia de la literatura, que nos conecta estemos donde estemos.
L. Muy bien, Mixa. Muchísimas gracias.
M. Ha sido un placer.
L. Lo mismo digo. ●
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